jueves, 20 de mayo de 2010

Seminario: "Justicia, Bien común y equidad desde una economía globalizada En América Latina y El Caribe"


Asumamos nuestras responsabilidades

Respondiendo al llamado del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM, nos hemos reunido en Lima, Perú, del 10 al 12 de mayo, 40 personas de la Pastoral Social Caritas, procedentes de 19 países de América Latina y del Caribe, con los desafíos que implica pensar otra manera de entender y hacer economía, desde la justicia y la equidad, para que el bien común se haga realidad en nuestros pueblos.

1. La sociedad en América Latina y el Caribe está en un permanente cambio en lo cultural, en lo económico, en los sistemas políticos, que reflejan la forma de concebir al ser humano; también están apareciendo nuevos paradigmas que cuestionan los sistemas vigentes y obligan a dar respuestas adecuadas a los tiempos de profundos cambios que vivimos.

2. Constatamos ante esta realidad, que las recientes crisis energética, financiera, económica, humanitaria, de cambio climático y alimentaria, están afectando gravemente la calidad de vida de poblaciones enteras, sumergiendo a millones de personas en la pobreza, excluyéndolas de todo beneficio para una vida plena. Todo lo anterior hace mucho más evidente una crisis de los valores subyacentes en las sociedades.

3. Entre los más serios efectos de estas crisis están su impacto en la realidad que viven los trabajadores (pérdida de empleo, cantidad y calidad), su vulnerabilidad social y la reducción de posibilidades de gasto público social de los gobiernos y cooperación externa, con limitadas válvulas de escape (empleo informal, migraciones, etc.)

4. Todo esto indica que la economía implementada desde un proceso globalizador, no ha dado los resultados esperados, porque la globalización asumiendo sólo la dimensión económica, “no es capaz de interpretar y reaccionar en función de los valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado” (DA 61).

5. Frente a este tipo de globalización se necesitan nuevas alternativas que vayan encaminadas a “promover una globalización diferente, que este marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos” (DA 64).

6. En el hoy de América Latina y El Caribe, creemos conveniente “crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde hayan posibilidades para todos” (DA 384). Esto implica decisiones y un ordenamiento que pase por un proceso de conversión permanente, como personas y como comunidad eclesial, donde la prioridad sea la dignificación del ser humano en su desarrollo integral y la creación de una sociedad con justicia y equidad.

7. Una de las acciones necesarias es revertir en primera instancia los efectos del actual modelo económico que rige en nuestros países, y en segunda instancia, el cambio de dicho modelo. Para ello se abren esperanzadoramente una serie de iniciativas que van surgiendo en distintas comunidades, como levadura en la masa, como “chispas” que mantienen vivo el calor del fuego en los hogares, y que van permeando poco a poco el ámbito financiero y organizativo de la economía.

8. En esta dinámica constatamos importantes oportunidades: la toma de conciencia de los pueblos de ser actores de cambio, el incremento de relaciones económicas solidarias desde las comunidades y para las comunidades, el trabajo en redes sociales y económicas alternativas, el surgimiento de nuevos liderazgos sociales, experiencias de diálogo y consenso para superar los conflictos, la presencia de “minorías proféticas” que vienen impulsando formas de economía solidaria, comercio justo y finanzas populares.

9. Todo ello refleja el gran esfuerzo de las comunidades por ampliar los procesos democráticos participativos, el mayor aprovechamiento de los medios de comunicación, teniendo siempre como centro a la persona humana y el cuidado de los ambientes y de la ecología, desde el desarrollo de capacidades de la gente, buscando condiciones de sostenibilidad y sustentabilidad a largo plazo a través de emprendimientos a nivel “micro” que se van proyectando a lo regional y nacional. Asimismo, pese a la diversidad de tendencias, algunos gobiernos de la región han creado entornos favorables para los avances de la economía solidaria, el comercio justo y las finanzas populares entre otros, que necesitan ser permanentes y crecientes.

10. El enfoque de promoción del desarrollo humano integral “desde lo local” ayuda a disminuir las vulnerabilidades de cara a la inserción en el mercado, el acceso al crédito y la capacitación técnica y en gestión, pero también se van generando organizaciones autogestionarias y cooperativas, creando modelos sociales basados en las identidades locales, con oportunidades para hacer alianzas estratégicas entre la sociedad civil y los gobiernos locales con la finalidad de buscar la sostenibilidad y sustentabilidad de estas experiencias.

11. Desde el ámbito eclesial, para lograr el desarrollo de estas experiencias y su impacto en nuestras sociedades, se requiere crear una visión compartida de futuro en la perspectiva de la construcción del Reino de Dios, con el cambio de estructuras caducas que obstruyen la acción del Espíritu e impiden salir al encuentro del hermano con una actitud solidaria sostenida por el amor en la verdad (cfr. DA 365).

12. La Iglesia misma “necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del continente” (DA 362). “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en la experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada” (CIV 21)

13. La encíclica Caritas in Veritate enfatiza la necesidad de una ética en los procesos económicos. Más allá de esto, el Papa Benedicto XVI nos desafía a pensar que “en la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica.” (CIV 38).

14. Consideramos que es un imperativo ético asumir los principios de la Doctrina Social de la Iglesia de la supremacía del trabajo sobre el capital, de la destinación universal de los bienes y de la subsidiaridad, para impulsar la construcción de una economía justa y solidaria en la región.

15. Frente a la situación que viven nuestros países, no podemos ser simples espectadores sino sujetos activos comprometidos en la transformación del mundo. Porque “la caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y de lucros como fin en sí mismo”. (CIV 38).

16. Grandes son los desafíos que tenemos desde nuestra opción por los pobres en el campo de la economía, la justicia y la equidad. Estos desafíos nos interpelan personal y comunitariamente, exigiéndonos la revisión y renovación de estructuras y organizaciones para aportar al surgimiento de nuevos paradigmas que favorezcan la vida digna de los pueblos.

17. Sentimos la apremiante necesidad de renovar y fortalecer la espiritualidad cristiana de quienes trabajamos al servicio de los pobres, para que ella esté fundamentada en la experiencia de la atenta escucha y meditación profunda de la Palabra de Dios como fuente principal de energía, de sabiduría y de amor, para discernir los signos de los tiempos y crear nuevos imaginarios que nos permitan vivir la civilización del amor, como signo evidente del Reino de Dios entre nosotros.

18. Desde nuestra identidad de discípulos misioneros de Jesucristo somos conscientes de la ineludible responsabilidad de hacer presente la Buena Nueva de Dios en el mundo de la economía; en esta misión identificamos como urgentes los siguientes desafíos:

a) Animar una auténtica espiritualidad cristiana, inspirada en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que asume nuestra condición para llevar la vida a su plenitud.

b) Crear un pensamiento económico alternativo, cuya racionalidad tenga como base la justicia, el bien común y la equidad, haciendo énfasis en la ética de los procesos económicos y la gratuidad, para que todas las personas tengan vida y vida en abundancia (cf Jn. 10,10).

c) Abrir la economía a la trandisciplinariedad, de manera que se valore al ser humano en su integralidad, en armonía con la totalidad de la creación.

d) Valorar los esfuerzos en la promoción de alternativas económicas, tales como la economía solidaria, el comercio justo, las finanzas populares entre otros, animados por relaciones de colaboración solidaria, inspirados en los valores del Evangelio que ubiquen al ser humano como sujeto y finalidad de toda actividad económica.

e) Promover la incidencia con los gobiernos locales y nacionales para generar políticas públicas que favorezcan el desarrollo de una economía alternativa justa y solidaria.

f) Testimoniar con nuestras obras la verdad del Evangelio como camino de auténtica liberación en Jesucristo, que nos abre a la vida de comunión y gratuidad de la familia humana en la dinámica del amor en la verdad.

g) Impulsar procesos de renovación de la Pastoral Social Caritas para que, atenta a los signos de los tiempos, en fidelidad a su Maestro y animada por el Espíritu de Dios, reafirme su acción evangelizadora como proceso de dignificación de las personas, especialmente de los más pobres.

h) Tomar conciencia del valor e importancia de las experiencias de cambio en el modo de entender y vivir la economía que, aunque pequeñas, se abren paso entre las grietas de la resquebrajada sociedad como signos de esperanza y de vida.

  1. Buscamos ser una Iglesia de la vida, del testimonio, que camine con el pueblo y haga suyos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1). Este caminar supone abrir mayores espacios al laicado para que asuma su misión en el mundo de la economía y de la política, especialmente a las mujeres y a las nuevas generaciones que de forma creativa vienen descubriendo nuevas modos de vivir la solidaridad y la gratuidad en la economía.

Ponemos en las manos de la Virgen María, Madre de los Pobres y Señora de la Esperanza, los anhelos y propósitos de vivir nuestro compromiso en fidelidad y total entrega a Cristo y su proyecto de vida para nuestros pueblos. Que el Espíritu Santo de Dios nos guíe y asista en esta misión.

Lima, 13 de mayo de 2010,

Festividad de Nuestra Señora de Fátima

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